Ciudad de México. Sus días son un ir y venir entre las profundidades boscosas, igual hoy está inmerso en un bosque, igual mañana está internado en una selva. Ni él mismo sabe dónde estará la próxima semana, pero eso le da igual a Alejandro “G” porque, esté donde esté, su misión es la misma: cazar talamontes e impedir el tráfico de madera.
Este inspector forestal de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) cuya identidad se reserva Evlyn.Online para salvaguardar su integridad, ha construido su carrera profesional durante más de dos décadas combatiendo bandas organizadas de talamontes, encabezando operativos para catear aserraderos clandestinos, inspeccionando camiones torton que cargan madera de dudosa procedencia y jugándose la vida cada vez que queda sometido a emboscadas de los taladores que lo sorprenden con una capacidad de organización cada vez más ágil.
Con la experiencia que dan los años de trabajo en campo, hoy sabe que el combate al tráfico de madera en México, al que no ha podido derrotar, tiene su principal desafío en el uso de documentación falsa que se emplea para hacer pasar como legal toda la madera cuyo origen es una tala ilegal.
“A partir del Tratado de Libre Comercio, la ley abrió muchas puertas donde se puede lavar madera, muchas formas que incluso nosotros como inspectores muchas veces no la detectamos. A partir de allí, se viene dando un sin número de tala ilegal incluso donde hay programas de manejo forestal autorizado, donde hay autorización para derribar los árboles. Derivado de eso, se ampara mucha madera clandestina con documentación legal”, afirma en entrevista con Evlyn.Online
Datos de la propia Profepa estiman que el 50 por ciento de la madera que se comercializa en México tiene un origen ilegal pero las autoridades ambientales argumentan que no siempre es fácil detectarla. Sin embargo, este inspector asegura que sabe muy bien cuando tiene frente a él un cargamento ilegal … pero no siempre puede sancionar a quien lo posee.
“En cualquier punto le puedo detectar qué tipo de madera es legal y qué tipo de madera es ilegal. El problema es que cuando le detecto una madera que es ilegal en el transporte, pero trae documentación, allí si ya no se lo puedo acreditar a quien está infringiendo”, admite.
La cadena de ilegalidad – según ha podido constatar él mismo – inicia en los terrenos forestales que suelen vender madera ilegal a los aserraderos. Esta práctica ocurre incluso en aquellos sitios que tienen autorización para talar con fines de aprovechamiento sustentable.
“Lo legal sería: tienes un permiso de aprovechamiento, ejércelo. Véndele a un aserradero y ese aserradero que valide la documentación y que única y exclusivamente venda esa madera. Son raros los predios que tienen ese control para poder llegar al destino final que es el comprador, la gente como usted y como yo que utilizamos la madera tanto para lápices, sillas, escritorios y que toda esa madera provenga legalmente”, explica.
El camino de la ilegalidad maderable se perpetra en los aserraderos donde, a través de documentación falsa, se logra “lavar” madera de procedencia ilícita.
“Lo que pasa es que hay muchos aserraderos que nada más tienen la finta, compran documentación y esa documentación la validan legalmente y después ellos la venden para lucrar y esa madera que ellos están acreditando, es ilegal. Ya en el tránsito ya no la puede detectar uno porque el inspector revisa la documentación y todo viene correctamente. Entonces, uno ya no puede decir: esta madera es ilegal. Aunque usted tenga la certeza de que la madera es ilegal”, detalla.
Este inspector forestal tiene sus propias estrategias para identificar aquellos aserraderos que incurren en la ilegalidad y sabe que la mayoría de ellos se localizan en las alcaldías de Milpa Alta y Tlalpan en la Ciudad de México, pero también, en los municipios de Nicolás Romero y Valle de Bravo del Estado de México.
Otro punto rojo que identifica está en los límites entre el Estado de México y Morelos, en el Parque Nacional Izta-Popo, en la cordillera boscosa de la Reserva de la Mariposa Monarca, y en el Parque Nacional La Malinche ubicado entre Puebla y Tlaxcala.
En 2009, cuando formó parte del Grupo Operativo Mariposa Monarca, quedó atrapado en una emboscada de bandas organizadas de talamontes. Él recuerda ese episodio como uno de sus más grandes retos en su trayectoria profesional.
“En todo momento estuvo vulnerable la integridad física de todo el personal que participó en ese operativo, fue mucho riesgo en su momento porque, como le comento, las bandas organizadas no querían la inspección y vigilancia forestal porque uno de sus principales beneficios que obtenían era de la tala clandestina. Entonces, el llegar y atacar la tala clandestina era quitarles cierto poder económico”, señala.
– ¿Sintió que su vida estaba en riesgo? – se le pregunta.
“Muchas veces derivado de las acciones realizadas en la zona. Incluso amenazas de gente que decía que nos iban a matar por las acciones realizadas en la zona”, responde.
Para ser inspector forestal de la Profepa, subraya, hay que estar preparado física y emocionalmente. Quien se dedique a esto, hay veces que tendrá que correr, hay veces que tendrá que caminar largos tramos y hay veces que incluso, deberá hacer gala de sus propias habilidades gastronómicas para prepararse algo de comida con lo que hay disponible en ese momento.
La presencia y el acompañamiento de otras corporaciones como la extinta Policía Federal, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Secretaría de Marina, no son garantía de que saldrán bien librados de los operativos forestales en contra de los talamontes.
“En ese tiempo (2009) se dieron fuertes balaceras entre gente mala y la Policía Federal incluso con Sedena y en un tiempo nosotros anduvimos mucho con la Marina y teníamos buena seguridad, pero incluso, también llegaron a tirarnos balazos junto con el equipo que llevábamos de apoyo”, recuerda.
Ahora en los tiempos de la Cuarta Transformación donde los operativos forestales se realizan en conjunto con la Guardia Nacional, advierte que el reto no es menor porque los talamontes han extendido su influencia en los territorios boscosos y han fortalecido su capacidad operativa a niveles realmente ágiles.
“Los operativos sí han funcionado, pero no con la eficacia que uno quisiera porque los taladores están muy crecidos. En cualquier lugar que se pare, es riesgoso en este momento”, consigna alguien que todos los días está en la primera línea de batalla contra la tala ilegal.
Su salario no es la gran cosa, 6 mil 500 pesos quincenales. Pero las satisfacciones que guarda para sí mismo este inspector forestal de la Profepa son otras, por ejemplo: los 87 Comités de Vigilancia Participativa que ayudó a conformar entre 2009 y 2016 reuniendo un total de mil 600 ciudadanos que estaban dispuestos a participar en labores de reforestación dentro de la Reserva de la Biósfera de la Mariposa Monarca.
“En ningún lado nos creían que tuviéramos esa gente, se les daba un incentivo de 90 días de salario mínimo al año. Se hizo una reforestación que todavía está creciendo, hay oyameles que ya tienen crecimientos de hasta un metro, pero el logro de nosotros fue haber conjuntado frente al Procurador y otras autoridades, en un paraje del Ejido El Depósito, a esas mil 600 personas. Juntar toda esa gente, créame, es mi mayor logro que puedo presumir”, enfatiza con orgullo.
Las jornadas de trabajo diario en defensa de los recursos forestales del país se ejecutan, agrega, con el mejor ánimo, pero consientes de las limitaciones que se tienen con el propio equipo que se les asigna a los inspectores forestales de la Profepa.
“Nos falta equipo por ejemplo para hacer visitas de inspección a predios nos hace falta todo un equipo de medición completo. Se conforma de una pistola haga para tomar alturas, una cuerda compensada para medir distancias, una forcípula para medir diámetros, un taladro de pressler para medir edades, eso sería lo indispensable para realizar una visita de inspección al predio.
Para realizar visitas a centros de almacenamiento y transformación, pues nos hemos ido haciendo de equipo, pero lo que sí le digo que nos hace que nosotros tuviéramos una grúa que fuera de la Profepa y contar con equipo de transporte para que en el momento en el que uno se encuentra un aserradero clandestino, inmediatamente cargarlo”, sugiere.
A menudo, este inspector experimenta el miedo.
“Sí se siente el miedo, pero se siente más el gusto de andar en el lugar haciendo lo que a uno le gusta”, agrega.
Desde una oficina de la Profepa, portando su uniforme con orgullo, ya programa su siguiente operativo forestal. Tal vez, esta nueva misión le arroje datos que le permitan en un futuro no lejano celebrar la desarticulación de una banda de talamontes.