La crisis de agua que enfrentó la comunidad hasta declararse en “Día Cero” marcó un precedente para que las mujeres, que se encontraban en la primera línea sufriendo el desabasto, se organizaran e implementaran un modelo hídrico más sustentable. Este grupo de mujeres, agrupadas en el Comité del Agua, tienen un papel crucial en la mitigación y adaptación a la escasez severa.

La Huerta San Agustín, Valle de Bravo. El manantial que emerge en medio del bosque del Área Natural Protegida (ANP) de Valle de Bravo en esta comunidad, abastece de agua al menos a 250 personas que viven aquí, pero hace aproximadamente dos años, se quedó casi seco y sus habitantes se declararon en “Día Cero”.

El concepto “Día Cero” se refiere al momento en el que una comunidad, una ciudad, región o país, se queda sin agua potable disponible para la población.

La Huerta de San Agustín es una de las comunidades que colinda con el Rancho San Jorge, el cual fue cateado en abril por la Fiscalía Especializada de Control Regional (FECOR) en el Estado de México tras encontrar 10 presas captadoras de agua que eran aprovechadas de manera ilegal al interior de este inmueble. Por su cercanía con este desarrollo, algunas familias que viven aquí tienen, al menos, un integrante que trabajaba en el Rancho San Jorge hasta antes de ser cateado.

El manantial que abastece a esta comunidad, es solo uno de los 841 manantiales que la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) tiene identificados en el Área de Protección de Recursos Naturales Zona Protectora Forestal de las Cuencas de los Ríos Valle de Bravo, Malacatepec, Tilostoc y Temascaltepec, también conocida como el “Santuario del Agua” por su abundante producción hídrica.

Anallely Velásquez Gómez, presidenta del Comité del Agua en esta comunidad y quien prefiere no hablar sobre el Rancho San Jorge, narra que este manantial es estratégico porque garantiza el acceso al agua para quienes viven aquí. Se recarga en temporada de lluvias, y en época de sequía, los habitantes balancean el consumo.

“Somos 250 personas aproximadamente en la comunidad-personas adultas, jóvenes, niños y adultos mayores. En esta pileta, aquí, nace el agua, está saliendo 24/7. No deja de salir agua en todo el día entonces tenemos una manguera colocada para sacar garrafones de agua para tomar y, el agua que, después de que se llena nuestra pileta sigue escurriendo para abajo, esa la usamos para lavar en los lavaderos comunitarios y para sacar por un tubo a una cisterna, bombearla a otra cisterna, y bajarla por gravedad a las casas de la comunidad”, explica en entrevista con Evlyn.Online

Anallely integra el Comité del Agua en la Huerta San Agustín, Valle de Bravo
Anallely integra el Comité del Agua en la Huerta San Agustín, Valle de Bravo  Crédito: Evlyn.Online

 

De este mismo manantial, que luce como si fuera un espejo con algunas hojas encima de él, los habitantes se proveen agua para consumo humano.

“Tenemos cien por ciento la seguridad de que está limpia (el agua). A lo mejor tendrá basura de la naturaleza, pero no es tratada. No está con cloro. No está procesada. Viene de la madre naturaleza, de la madre tierra, ¡qué mejor seguridad de que está limpia!”, afirma.

Pero hace aproximadamente dos años, dice, llegaron por primera vez en la historia de esta comunidad, a un Día Cero. Ella lo atribuye a que, un año antes, tuvieron una temporada de lluvias muy irregular y no llovió la cantidad que normalmente llueve en esta zona. Esta situación, se reflejó en los meses secos del año siguiente.

“El manantial sí producía agua, pero era la mínima. Para lavar no abastecía, mucho menos para tomar o para juntar agua en cisternas y bajarla a la comunidad. Las personas se amontonaban a los lavaderos comunitarios que están aquí a lavar. Regresaban con sus carretillas llenas de ropa sucia. Teníamos que formarnos dos o tres días para que nos tocara lavar”, recuerda.

Lizbeth Perales, también habitante de esta comunidad, dice que siempre habían tenido agua hasta hace dos años que enfrentaron el Día Cero.

“Uno decía: ¿cómo le voy a hacer para bañarme o para lavar mis trastes?, sí fue un poco difícil estar sin agua”, platica mientras lava su ropa en uno de los lavaderos comunitarios.

Lizbeth acude a los lavaderos comunitarios para lavar su ropa y la de su familia. Crédito: Evlyn.Online
Lizbeth acude a los lavaderos comunitarios para lavar su ropa y la de su familia. Crédito: Evlyn.Online

 

Anallely agrega que la situación se complicó a medida que transcurrieron los días porque no había agua ni siquiera para garantizar la higiene personal de los habitantes.

“Era un caos total. Ya había conflictos entre comunidad de que “yo quiero el agua”, “a ti te tocó ayer”, “yo no he tenido”, “tengo una semana sin lavar”, “ya no van a tener ropa mis hijos”, “están todos sucios”, “tengo dos días que no me baño”, fue un caos tremendo”, enfatiza.

Para ella misma, dice, fue difícil garantizar el aseo de su familia.

“Tuve que comprar toallitas húmedas, cremas para limpiar a mis niños porque no los podíamos bañar diario, no nos podíamos bañar cada tercer día. Teníamos que buscar dos tinitas chiquitas con poquita agua para poder lavar nuestros trastes. Luego esa agua reutilizarla al baño o, la verdad, salirse al aire libre o usar baños secos porque no había agua para hacer las necesidades. Para bañarse era igual, medio bote o un bote de agua lo teníamos que hacer durar para bañar a 2 o 3 niños, a fuerzas. Tuvimos crisis de ropa. No saber qué hacer para lavarla, para tener nuestra ropa limpia”, detalla.

Lucero López Aguilar, quien tiene tres años viviendo en La Huerta de San Agustín y es tesorera del Comité del Agua, rememora aquellos días sin agua y considera que lo más triste fue no tener garantizada el agua para la higiene personal.

“Las mujeres siento que tenemos más cuidado personal y llegar y no tener agua para asearse uno, pues sí estuvo complicado”, recuerda Lucero.

Fueron casi tres meses, dice, los que se quedaron sin abasto hídrico.

“En ese año, a principios de marzo ya no teníamos agua. Fue marzo, abril y mayo. No había agua para tomarse, para bañar, para el baño, para preparar la comida. Teníamos que madrugar aquí temprano para hacer fila para lavar la ropa”, sostiene Lucero.

Lucero también forma parte del Comité del Agua. Crédito:Evlyn.Online
Lucero también forma parte del Comité del Agua. Crédito:Evlyn.Online

 

En el momento de esa crisis hídrica, Anallely era Delegada Municipal de su comunidad así que decidió tomar acción y pedir ayuda en los Ranchos privados que colindan por aquí. Por fortuna, encontró una rápida respuesta.

“En ese momento crítico empezaron a donar fondos a para pipas para la comunidad. Empezamos a juntar cooperaciones en la comunidad, entramos como Comité del Agua, empezamos a juntar cooperaciones para ayudarles con las pipas para abastecer a la comunidad con agua comprada, pero, claramente, fue para respaldar la emergencia, pero de allí se empezó a buscar propuestas para hacer un proyecto de que funcionara y no estar comprando año con año pipas. Un proyecto que abasteciera y nos llevara hacia el camino del agua”, detalla.

Con el acompañamiento de organizaciones como Valle Paralelo, Comunidad de las Montañas, Centro Viva, El Humedal, así como la Universidad Iberoamericana, Anallely junto con un grupo de mujeres de su comunidad, desarrollaron el proyecto “El Camino del Agua” cuyo objetivo principal es asegurar el abasto hídrico para La Huerta San Agustín a partir de un aprovechamiento sustentable de la lluvia que año con año cae en esta región.

El proyecto consiste en aprovechar las corrientes de agua de lluvia que escurren sobre la carretera principal de esta comunidad para luego desviarla a una cisterna que, una vez que se llene, abastecerá a otra cisterna que está cerca del manantial. Así, prevén asegurar que ambas cisternas estén llenas en caso de que un día, los niveles del manantial nuevamente sean mínimos.

Calculan que con este sistema podrán asegurar unos 200 mil litros de agua para enfrentar una nueva crisis hídrica.

Actualmente, el “Camino del Agua” se encuentra en su segunda fase de implementación en la que se buscan donativos para su implementación y al mismo tiempo, que quienes viven aquí participen en la elaboración de las cisternas.

“Vamos a hacer las cisternas. Vamos a trabajar en realizarlas, en hacerlas abajo y volverla a tapar. En hacer un apantle para que llegue al submarino, hacer varios filtros para que se vaya limpiando el agua y llegue al submarino más procesada, se puede decir”, resume.

Cuando a Anallely se le pregunta: ¿A qué atribuye que sean las mujeres quienes impulsan este proyecto para proveerse agua?, ella sostiene que es porque son ellas quienes están las 24 horas del día en la casa los siete días de la semana sorteando las tareas domésticas y de cuidados familiares.

“Las mujeres somos las que estamos en la casa 24/7. Las mujeres somos las que tenemos que conseguir agua para nuestros niños, somos las que tenemos que bañarlos, darles de comer, hacer comida, las que sabemos que tenemos ropa por lavar o trastes. Que necesitamos cambiar las cobijas de nuestras camas, el piso, bañarnos. Somos nosotras, somos las que sufrimos cien por ciento el agua. Somos las que tenemos que venir a cargar nuestros garrafones de agua con la carretilla para llevarlos a nuestras casas”, recalca.

Sentada junto al manantial que brota del subsuelo y es hogar de especies de flora que cautivan por su belleza cobijada por la sombra de los árboles que integran el bosque del ANP de Valle de Bravo, Anallely reflexiona que, para preservarlo, es fundamental implementar acciones como la reforestación, reducir la contaminación y preservar el medio ambiente.

“Seamos conscientes, por nosotros y por las nuevas generaciones. Nosotros ya estamos en una fase madura o adulta donde mal que bien, ya hemos vivido una vida. Pero, casualmente, traemos hijos a este mundo, ¿y qué les estamos dejando. Un cambio de clima tremendo, unas temporadas heladas, muy heladas, unas temporadas de mucho calor, unas temporadas de mucha resequedad. ¿Qué es la producción que van a tener nuestros hijos a futuro?, una tierra infértil, sin agua. Un sol que nos está matando a través de que no hemos cuidado el medio ambiente como se debe”, señala.

El Área Natural Protegida de Valle de Bravo destaca por su bosque de montaña y su producción hídrica. Crédito: Evlyn.Online
El Área Natural Protegida de Valle de Bravo destaca por su bosque de montaña y su producción hídrica. Crédito: Evlyn.Online

 

Anallely junto con Lucero y otras mujeres de su comunidad que integran el Comité del Agua, se organizan y trabajan juntas para implementar soluciones innovadoras encaminadas a no volver a padecer un “Día Cero”. Lo hacen, con la convicción de que se debe procurar la preservación de su medio ambiente.

“La misma Madre Naturaleza nos está diciendo, ya basta. Basta de estarme contaminando. Por eso nos está dando esas señales y como humanos, lo que debemos hacer es despertar. Despertar para tener un mejor futuro para nuestras nuevas generaciones”, convoca Anallely.

El trabajo de las mujeres para enfrentar las crisis hídricas es crucial porque puede generar cambios significativos en la relación con el agua y crear un futuro más sostenible para todos.