Mérida, Yucatán. Las orcas eran su gran pasión y la bióloga Claudia Teutli Hernández estaba decidida a inclinar su carrera a la biología marina para estudiar a esos cetáceos, pero hace 20 años su vocación tuvo un giro inesperado.
Fue en un viaje a Veracruz, una estancia de prácticas en un laboratorio de Xalapa, donde todo cambió. Mientras realizaba ciencia ambiental escuchó que sus colegas realizarían una restauración en la Laguna de Alvarado. Se puso a investigar, se adentró en el estudio de esta compleja tarea y a partir de allí, sustituyó a las orcas y decidió dedicar su vida a restaurar ecosistemas sin sospechar que llegaría a convertirse en una restauradora de manglar.
“En el Centro de Investigaciones de Xalapa empecé a leer sobre restauración y a involucrarme porque en esos años querían restaurar la Laguna de Alvarado y para poder restaurar la Laguna y saber un poco más, me llenaron de libros, fue hacer estudios de calidad de agua y del manglar. Esto fue crucial para determinar el área a la que yo me quería dedicar”, recuerda en entrevista con Evlyn.Online
Claudia concluyó su estancia de prácticas en Xalapa con la idea de que su tesis doctoral abordaría una restauración, así que viajó a Mérida para enmarcar su proyecto de investigación y allí le propusieron restaurar la franja de manglares que corre paralela a la costa de la Península de Yucatán.
“Al llegar me enamoré de los manglares. Obviamente, en un principio, lo sufres un poco porque en ese momento yo sí estaba más pegada al cemento que a estas zonas costeras donde sufres los piquetes de los moscos, pero tuve la oportunidad de ir a Progreso y luego tuve la oportunidad de ir a Celestún y fue donde empecé a aprender mucho más sobre las diferencias del tipo de manglar.
Este fue un momento que me marcó porque empecé a ver que la restauración es una integración de diferentes componentes. Si bien la parte de investigación es importante, la parte social me ha llamado mucho la atención y te impacta porque es donde puedes ver que eres capaz de ayudar a la gente generando conocimiento y actividades en las cuales se pueden involucrar y beneficiarse de ellas”, señala.
Desde entonces, la bióloga egresada de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), emprendió un camino hacia el diseño de programas de restauración de manglar en la Península de Yucatán.
Su trabajo consiste en implementar acciones de restauración ecológica que involucran la participación de la población local, particularmente en la rehabilitación hidrológica mediante el desazolve de los canales, el cual se realiza con herramientas manuales.
El trabajo de Claudia es capacitar a la población local para que participen como restauradores en el monitoreo de variables ambientales y biológicas seleccionadas como indicadores hidrológicos, del suelo y de la vegetación del manglar.
“En Progreso está un grupo que se hacen llamar Las Chelemeras, son mujeres que cargan los costales de tierra, agarran la lancha y se van. Todo ese trabajo pesado, ellas lo realizan bastante bien. Ellas son tan detallistas que han hecho muy bien los proyectos de restauración y ahora ellas mismas proponen acciones de restauración.
¿Qué hemos aprendido de ellas?, que ellas han hecho su propio material y ahora nos ayudan a capacitar a otras comunidades para hacer canales, elevaciones de sedimento, ellas enseñan cómo coser la malla para detener el sedimento, es decir, ellas se han vuelto una mano derecha muy importante para enseñarle a otras comunidades”, destaca.
La restauración del manglar, continúa, es estratégica como una medida de adaptación al cambio climático porque uno de los principales servicios ambientales del manglar es reducir el riesgo de inundación a la población.
“Si bien tenemos un cambio climático encima, las proyecciones son a que nos inundemos y más la Península de Yucatán. Se nos olvida que los manglares tienen la función de crear sedimento, de crear suelo. Si el ecosistema funciona bien, si sube el incremento del nivel del mar, el manglar hace su función que es crear sedimento. Pero si el manglar está degradado, no va a cumplir esa función entonces, a parte que con el cambio climático estamos emitiendo muchos gases a la atmósfera entonces, con la restauración, se recuperan estas funciones. Si tu restauración funciona, ese carbono se va a retener. También hay otros co-beneficios, estamos ante una etapa de pérdida de biodiversidad y a la hora de tú recuperas este ecosistema, vas a recuperar la biodiversidad que hay dentro de él”, enfatiza.
Tras más de dos décadas implementando acciones de restauración de manglar, esta bióloga sabe que las mujeres son las primeras en reconocer la importancia de restaurar los manglares. Al menos así lo ha podido comprobar en sus experiencias de campo donde también involucra a sus alumnos de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) campus Mérida.
“Cada vez son las mujeres de las mismas comunidades las que más se interesan en la restauración de sus recursos naturales y son las mujeres las que reconocen que necesitan el manglar para estar bien y para seguir manteniendo la pesca. Las mujeres también tendemos a ser más curiosas, más detallistas y eso nos ayuda mucho a lograr con éxito el trabajo. Somos también muy entronas. La mayoría de mis estudiantes son mujeres y son muy entronas.
Cuando nosotros iniciamos en 2007, en Celestún, eran hombres los que ejecutaron las acciones de restauración y ¿qué ha pasado ahora?, en Progreso ahora son mujeres. Ahora ellas son mujeres empoderadas y se asumen como restauradoras”, añade.
Sin quererlo del todo, sin evitarlo tampoco, esta bióloga dejó atrás su pasión por las orcas para enfocarse en una tarea que se vuelve indispensable para las zonas costeras de México: la restauración de manglar.
En esa trayectoria consolidada a través de largas horas registrando indicadores ambientales de mangle, sorteando picaduras de moscos que a veces terminan en tediosos dolores de cabeza y desafiando cualquier falta de presupuesto para las salidas al campo de investigación, Claudia logró un lugar en un ámbito tradicionalmente dominado por hombres.
“Éramos muy pocas mujeres y a veces en campo era la única. Había comentarios de: ¿qué quieres?, ¿salvar al mundo?, ¿quieres ser la mujer maravilla?, y esos eran comentarios sarcásticos, pero me ayudaron a ser más profesional para demostrar que mi trabajo vale y que estaba creando cosas nuevas que hoy son un referente”, señala.
Lo más tedioso, dice, fue enfrentar el compadrazgo y aprender a hacer escuchar su voz en las juntas de trabajo dominadas por hombres.
“Yo me enfrentaba más al compadrazgo. A que solo la gente que se conoce entre ellos, invita a sus amigos para que sobresalgan. No es tanto que se fijen en tu cuestión curricular, es más bien que si tú no eres mi amigo yo no te invito a la conferencia, no te invito a una publicación y eso hace que no tengas un sector en el que seas muy conocido. Eso lo que hace es que tu trabajo hable y no tus relaciones con amigos”, agrega.
Si a Claudia le preguntan cuáles son sus mayores satisfacciones a lo largo de su carrera profesional como restauradora de manglar, inmediatamente responde que es ese momento en el que atestigua el éxito de una restauración tras dos años continuos de trabajo imparable en un ecosistema costero.
“Todo mundo piensa que cuando haces restauración de manglar vas a ver los árboles de 20 metros otra vez cuando no es así. Lo primero que se recupera dentro de un proyecto de restauración es la fauna. Si abres canales, llegan los peces, y si hay peces hay aves. Esto lo vamos a recuperar en un año y si el proyecto realmente funciona, sí puedes ver resultados en los dos primeros años pero vamos a ver comunidades de plántulas.
La mayor satisfacción fue ver el éxito de una restauración en los diferentes componentes porque cuando hablamos del éxito de una restauración hay que recordar que tiene que ser socialmente aceptable, ecológicamente funcional y económicamente viable”, explica.
En la década dedica a la restauración, donde cada vez se vuelve más urgente restaurar el manglar como una medida de mitigación al cambio climático, esta bióloga recalca la importancia de que el país invierta en formar personal calificado para esta tarea.
“Creo que falta formar gente en el área de restauración con una especialización de restauradores. En México no hay todavía un postgrado en restauración entonces, para poder tener este conocimiento multidisciplinario tuve que buscar un doctorado fuera del país.
Si ustedes hacen una revisión de quiénes hacen proyectos de restauración, o son ecólogos, o son químicos, o son licenciados, y no está mal, pero es necesario que realmente te formes y tengas la habilidad de trabajar con las comunidades. Siempre trabajar con las comunidades e involucrarlas desde el inicio en las acciones de restauración”, indica.
Por ese gran anhelo de que el país cuente con gente capacitada en la restauración y por el gusto de compartir el aprendizaje adquirido con los años que da la experiencia en campo, Claudia hoy es un referente entre sus estudiantes para aprender a restaurar el manglar.
Si un día contemplas los manglares de la Península de Yucatán, acuérdate de que esta bióloga trabaja en su restauración para que continúen prestando servicios ambientales.
¡CONÓCELA!
Claudia Teutli es bióloga y Dra. en ciencias y tecnología del medio ambiente, con especialidad en gestión y restauración ecológica por la Universidad de Barcelona.
Desde sus inicios se ha dedicado a investigar la adaptación, mitigación y vulnerabilidad de ecosistemas costeros a los efectos del cambio climático y la restauración de ecosistemas costeros, recientemente con el enfoque de la recuperación de servicios ambientales a diferentes escalas espaciales.
Es coautora de la estrategia de restauración ecológica de manglares desarrollada en el Laboratorio de Producción Primaria del CINVESTAV – Unidad Mérida, utilizada por otras instituciones (SEMARNAT, CONAFOR, LME GoM, ECOSUR, DUMAC, Pronatura, y diversas consultoras).
Coordina múltiples proyectos de restauración ecológica de manglares en el Golfo de México, en el pacífico sur y en la península de Yucatán.