Ciudad de México. El 6 de agosto de 2014 cuando 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre acidulado contaminaron los ríos Sonora y Bacanuchi afectando a 22 mil habitantes de 7 municipios, a Uriel le informaron que su jornada de trabajo se prolongaría una semana. Nunca sospechó que, en realidad, pasaría 30 días en la mina Buena Vista del Cobre de Grupo México.

Aquel día, este inspector industrial de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) cuyos apellidos se reserva Evlyn.Online para salvaguardar su integridad, recibió la instrucción de trasladarse de la Ciudad de México a Sonora para inspeccionar el impacto ambiental que había generado una falla en el proceso industrial de la minera.

Se despidió de su familia, tomó su equipo de trabajo y se fue a evaluar las dimensiones del daño que había ocasionado el derrame que se recuerda como el peor desastre ambiental en México.

“Fue un gran desafío. Prácticamente estuvimos un mes mis compañeros inspectores y yo atendiendo ese asunto. Íbamos por una semana y, dada la complejidad y dada la situación que se presentó de esa fuga de derrame de material, fue un desafío muy grande porque era revisar muy minuciosamente esa minera”, reconoce en entrevista con Evlyn.Online

Pie de foto: Instalaciones de la mina Buena Vista del Cobre.
Pie de foto: Instalaciones de la mina Buena Vista del Cobre.

 

Cuando Uriel llegó a las instalaciones de la mina Buena Vista del Cobre, tras un largo viaje en coche, encontró la empresa bien custodiada por guardias privados y autoridades federales. Su primer desafío, dice, fue lograr que le permitieran ingresar.

“No era tan fácil que nos dejaran pasar y menos ya que llegamos como a las nueve de la noche. Comenzó a llover, esperamos a que nos atendieran”, afirma.

Finalmente pudo ingresar. Mientras se registraba en las oficinas de la empresa tomó conciencia de la gran dimensión que tenían aquellas instalaciones mineras: “es un mundo, prácticamente un pueblo, es enorme”

Uriel no tardó en advertir que su labor de inspección industrial sería un desafío debido a la gran dimensión de la empresa y las distintas autoridades que se encontraban en el lugar para levantar sus propios informes. La Unidad Especializada en Delitos Ambientales de la Fiscalía General de la República ya trabajaba en su propio dictamen.

Pero él continuó haciendo su trabajo. Como inspector de Profepa, su labor en este tipo de emergencias consiste en levantar un acta de hechos y omisiones que identifica en los procesos de operación de la mina y a su vez, relacionarlos con la legislación ambiental.

Al mismo tiempo que revisaba las bitácoras sobre los procesos industriales que reportó la minera, trataba de dar respuesta a preguntas como ¿qué pasó?, ¿cómo ocurrió?, ¿de qué manera sucedió?, ¿por qué pasó? y ¿cuál fue la magnitud?

“Yo iba por una semana. Cuando ya iba a cumplir la semana nos dijeron que nos teníamos que quedar porque íbamos a realizar una revisión en aspectos relacionados con el accidente. Teníamos mucha presión de nuestros jefes por conocer cómo sucedieron las cosas y también había una presión del visitado (empresa minera). Prácticamente nos pasábamos todo el día en la minera, prácticamente vivíamos allí”, rememora.

Pie de foto: Vista panorámica de la minera de Grupo México.
Pie de foto: Vista panorámica de la minera de Grupo México.

 

Lo más complejo de su experiencia en la inspección industrial de la mina Buena Vista del Cobre, dice, fue lograr coordinación con otras autoridades federales que también intervenían en la revisión a mi mina.

El proceso de inspección también lo obligaba a recorrer las áreas impactadas con el derrame.

“Causa mucho impacto ver todo lo que se fugó, todo lo que se afectó. Ves las magnitudes y sí te impacta el nivel que tuvo esta fuga, todo lo que abarcó y hasta dónde se fue sobre un río, es impactante”, admite.

La escena de la tragedia ambiental era impactante, el ambiente estaba tenso y, como inspector de la Profepa, explica que cada segundo era crucial para documentar las consecuencias que tenía el derrame.

Tras cumplir un mes al interior de la mina Buena Vista del Cobre debía volver a la Ciudad de México y entregar a sus jefes el acta de inspección industrial.

Por primera vez entregó a sus superiores un acta de inspección de casi 300 hojas.

“Fue un acta de inspección de casi 300 hojas y tres o cuatro cajas de archivo muerto. Nos tocó traernos toda la evidencia”, apunta.

Pie de foto: Contaminación en río Sonora.
Pie de foto: Contaminación en río Sonora.
EL RIESGO DE INSPECCIONAR RESIDUOS DE COVID-19

Uriel tiene una trayectoria de 17 años realizando inspecciones industriales en la Profepa y reconoce que, algunas veces ha sentido miedo por poner en riesgo su integridad física cuando ingresa a una empresa, sin embargo, siempre se asegura de portar todo su equipo de autoprotección para minimizar riesgos.

Por ejemplo, en lo que va de la pandemia de Covid-19 a él le ha tocado inspeccionar sitios de disposición final de residuos biológico infecciosos que están contaminados.

“Se han visitado empresas donde se manejan los residuos biológico infecciosos que se han generado por esta pandemia. Obviamente nos dan equipo, pero siempre existe temor”, sostiene.

Pie de foto: Inspección de Profepa sobre residuos covid-19.
Pie de foto: Inspección de Profepa sobre residuos covid-19.
EXPLOSIÓN PAJARITOS: UNA INSPECCIÓN BASTA DOLOROSA

 Si bien Uriel tiene experiencia en inspecciones industriales hay una que recuerda como una “bastante dolorosa” por el impacto que le causó al llegar al lugar del accidente industrial: la explosión ocurrida en 2016 en el Complejo Petroquímico Pajaritos.

La visita de inspección ocurrió un día después del accidente.

“Llegar y ver los cascos destruidos, carros destruidos, sí te pones a pensar. Que estés haciendo una inspección y que desafortunadamente te pase eso, híjole, a mí sí me impactó bastante (…) había personas que no encontraban, que estaban desaparecidas”, evoca.

A Uriel le duele cuando las personas critican el trabajo de los inspectores de la Profepa porque pocas veces, dice, son conscientes de que su plantilla es reducida.

En las oficinas centrales hay una plantilla de ocho inspectores para atender las emergencias en todo el País y en estados como Morelos, enfatiza, hay apenas 2 inspectores de Profepa.

“No hay el personal suficiente para revisar a detalle a todas las industrias, a todas las minas, a todas las empresas. No somos el personal suficiente y para formar a un inspector son muchos años, muchas salidas de campo y recopilar toda esa experiencia porque cada visita es una vivencia”, enfatiza.

En su opinión, para hacer más eficiente el trabajo de los inspectores de la Profepa el Gobierno  Federal debería apostar por tres alternativas:

  • Capacitación continua para alcanzar la profesionalización de los inspectores
  • Ampliar el esquema de incentivos
  • Impulsar el servicio profesional de carrera