Filomena me mostró que, en medio de una profunda depresión y desesperanza frente a la crisis de salud, económica y medioambiental en la que el derrame dejó a su región, emergió a través de una ruta insospechada para ella misma: la poesía.

Hermosillo, Sonora. En el marco del 11 aniversario del derrame de 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre acidulado ocasionado por la mina Buena Vista del Cobre, propiedad de Grupo México, en los ríos Sonora y Bacanuchi, entrevisté a María Filomena Bonilla Oliva quien tiene 60 años y es una de las víctimas de este suceso que se considera el peor desastre ambiental en el país.

A medida que transcurría la entrevista, percibí que recordar el impacto que tuvo el derrame de tóxicos en ella, en su familia y en su comunidad San José de Gracia, de donde ella es delegada municipal por cuarta ocasión, le provoca un abanico de sentimientos. Entonces, le propuse que los nombrara y ella mencionó: depresión, enojo, tristeza, desesperanza, indignación, abandono, coraje, impotencia.

No tardé en reconocer en ella un duelo ecológico que se agudiza cada vez que su salud está más comprometida por los altos índices de metales pesados con los que está contaminada su sangre y porque, como delegada municipal de su comunidad por cuarta ocasión, le afecta ver transformados o destruidos los lugares que amó. Pero le afecta más, recordar a quienes ya perdió: su esposo, quien murió sin saber que su sangre también estaba contaminada con metales pesados, y su compañera de lucha, Martha Patricia Velarde.

Martha exigió, hasta el final de sus días, la reparación del daño ambiental pero no llegó. Ella también enfrentó daños a la salud debido a la contaminación de su sangre con metales pesados, además, padeció el exilio de sus nietos y su propio duelo por la muerte de una de sus compañeras de lucha. Así lo narró para www.evlyn.online en Resistir ocho años en la lucha contra Grupo México

Ahora, Filomena, revela en Duelo, lucha y resistencia por justicia en el Río Sonora que ni ella, ni el resto de las víctimas agrupadas en los Comités de Cuenca Río Sonora, tienen acceso a servicios médicos para monitorear su salud, tampoco a análisis periódicos de toxicología para evaluar el impacto de los metales pesados en su cuerpo, y mucho menos a plantas de tratamiento que les garanticen abasto de agua sin contaminantes.

Hay que recordar que el derrame afectó a ocho municipios de la región y el número de víctimas se estimó en al menos 22 mil personas. Aunque se creó el Fideicomiso Río Sonora para resarcir los daños, su gestión fue discrecional, y el dinero no fue suficiente para cubrir todas las necesidades de la población afectada.

En el 11 aniversario del derrame, Filomena y sus compañeros de lucha agrupados en los Comités de Cuenca Río Sonora leyeron un pronunciamiento donde reprochan que, hasta ahora, es ya el tercer sexenio de un Presidente de la República desde que ocurrió este siniestro, y no existe remediación ambiental, acceso al agua libre de metales pesados, tampoco atención a la salud.

Ni la Administración del Presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018), ni la del Presidente Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), ni ahora la de la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo (2024-2030), les procuraron garantías para gozar su derecho a la salud, a agua limpia y a un ambiente sano.

Entonces, después de 11 años padeciendo la inacción de las autoridades y atestiguando que el grupo empresarial que propició este desastre ambiental continúa operaciones mineras en su territorio, ¿cómo conservar la esperanza de una justicia ambiental que repare el daño y marque un precedente en la industria de la minería en México?

Sé, porque lo he atestiguado en mi reporteo diario, que hay personas de todas las edades que se sienten deprimidas y desesperanzadas porque, aunque hacen esfuerzos por proteger la naturaleza, los gobiernos y las empresas optan por consolidar proyectos que les aseguran ganancias inmediatas por encima de la protección del medio ambiente sin anticipar que, de la propia preservación ambiental, dependen ellos mismos.

Creo en el periodismo como una herramienta de preservación de la memoria colectiva y por ello, en este 11 aniversario del derrame al Río Sonora quise abordar la esperanza desde las víctimas convencida de que es contagiosa e invita a la acción.

Filomena me mostró que, en medio de una profunda depresión y desesperanza frente a la crisis de salud, económica y medioambiental en la que el derrame dejó a su región, emergió a través de una ruta insospechada para ella misma: la poesía.

La poesía de Filomena no es banal, al contrario, magnifica su voz y su exigencia de justicia ambiental para ella y todos sus compañeros frente a un Estado que perciben ausente, lejano, en retroceso. Esta mujer, con su poesía, está reconstruyendo la identidad cultural de una región que un día vio teñirse de color amarillo y café el Río Sonora sin dimensionar cómo impactaría en sus vidas ese suceso. Es una poesía que permite conectar el pasado con el presente, que exige reparación del daño ambiental, que da continuidad a una lucha y que no cesa en su apuesta por la conciencia y empatía de empresarios y gobierno.

“A pesar de tantas pruebas

Por lo acontecido

No hay justicia

Por lo sucedido

Gobiernos van y vienen

Sin sensibilidad

Nos han dejado en el olvido

Conciencia y empatía

Deberían tener

Para que esto no vuelva a suceder”

                      fragmento del poema “Conciencia” de María Filomena Bonilla Oliva

 

Es sobre todo una poesía arropada por otra prosa igual de potente: los mensajes proyectados por integrantes de los Comités de Cuenca Río Sonora en un edificio frente al anti monumento que instalaron con motivo del décimo aniversario del derrame. En ellos se leía lo siguiente:

“Secretaria Bárcena: elija el lado de la justicia. Haga historia en el Río Sonora”

“Grupo México, no estás por encima del Estado y las comunidades”

“Tres presidencias, misma indiferencia. #JusticiaparaelRíoSonora”

“¿No hay dinero para potabilizadoras en el Río Sonora, pero sí para presas?

 

Quizá por eso resulta esperanzador que 11 años después del que se considera el peor desastre ambiental, se Restaurarán 500 hectáreas forestales en Cuenca del Río Sonora porque, quizás sea este el inicio de acciones para transitar el deterioro en los ecosistemas de la cuenca impactados por metales pesados.

Y ahí, en el mundo infinito de las posibilidades de reparación del daño ambiental, la poesía de Filomena, siempre nos acompañará.