Monterrey, Nuevo León. Un día soleado Liliana Ramírez Freire caminaba por las calles de esta ciudad cerca de fábricas y grandes avenidas, pero una flor atrajo su atención. Se acercó a observar e instantáneamente decenas de insectos de variados tamaños y colores se desplazaron a otra flor revelando un oasis de abejas nativas.
“Eso es algo que a mí me impresionó. Ver eso en un punto de la ciudad cerca de fábricas y de las avenidas, la diversidad en un pequeño oasis. En una sola planta, en medio de la ciudad, vi como todas volaron hacia la fuente de alimento. Era impresionante la biodiversidad que allí había y no me había tocado verlas ni en campo. Todos los tipos de abejas, chiquitas, grandotas, de todo tipo y a mí eso me conmovió, saber que está en manos de nosotros conservarlas”, dice la también bióloga y maestra en recursos naturales en entrevista con Evlyn.Online
Las abejas nativas suelen ser las olvidadas. Muy pocos las identifican porque no se parecen a la abeja europea (Apis mellifera) que es de color dorado con líneas negras horizontales y se caracteriza por ser una buena productora de miel.
En cambio, las abejas nativas son solitarias. No construyen panales, sus colores son variados predominando los tonos metálicos y negro, pero cumplen una función de polinización importantísima.
Con frecuencia se valora a las abejas por su producción de miel, aunque Liliana explica que el verdadero servicio ambiental que prestan es que son un grupo clave dentro del reino animal porque polinizan en ambientes naturales o en tierras de cultivo. Es decir, su función es llevar el polen de una planta a otra.
El polen es un conjunto de células masculinas de las plantas que las abejas transportan de una planta a otra para depositarlo en el pistilo y de esta manera, ayudarlas a reproducirse.
“Las abejas llevan en su cuerpo y están adaptadas específicamente para recolectar el polen y llevarlo de una flor a otra para que se pueda llevar a cabo ese proceso de la fecundación cruzada, osea que hay intercambio de material genético y eso va permitir que las plantas nuevas que crezcan, produzcan frutos, semillas y que estén mejor adaptadas y tengan más riqueza que les permita sobrevivir en el ecosistema. Cuando le cuentas a la gente que las plantas están fijas y hay quien les ayuda a poderse reproducir, es lo que hacen las abejas: llevan la carta de amor”, afirma la bióloga.
Liliana es una estudiosa de las abejas nativas desde 2006. Sus días transcurren observando abejas y registrando su comportamiento en una bitácora que más tarde le servirá para documentar sus características físicas, de comportamiento y desplazamiento.
En México se tienen identificadas 2 mil especies de abejas nativas, pero ella está segura de que esa cifra podría incrementarse en el futuro conforme exista un mayor monitoreo.
“A nivel mundial hay 20 mil especies diferentes de abejas, en México se tienen identificadas alrededor de 2 mil, el problema es que la mayoría de las personas solamente conoce una especie de abeja que es la abeja europea mejor conocida como la abeja de la miel pero ¡imagínate, es una contra 20 mil! Y eso sí es un problema, que la gente no las conozca y que no sepa que tenemos una gran diversidad de abejas debido a que tenemos una gran diversidad de hábitats y de vegetación”, enfatiza.
Si de pronto estás comiendo una paleta o una fruta y una abeja se detiene en tu comida, es casi seguro que se trate de una Apis mellifera, una especie que no está en peligro por eso Liliana considera que los esfuerzos de conservación deben enfocarse a las abejas nativas de los ambientes naturales.
“Lo que necesitan las abejas es que tengamos flores y flores de la región, de las nativas. Las abejas necesitan las flores que crecen naturalmente en nuestros ambientes, aquellas que generalmente pensamos que son malezas, esas que son del monte, pues esas son las buenas. Hay que empezar a cambiar la forma de ver la naturaleza, nuestra perspectiva de la belleza.
Una abeja nativa nunca te va a perseguir, nunca te va a picar porque hay abejas grandísimas como del tamaño de una nuez, las más conocidas son los abejorros, pero hay otras que se llaman jicotes que son más obscuras y la gente les tiene pavor, pero no hacen nada. Hay otras más pequeñas como del tamaño de un ajonjolí o de un alpiste, delgaditas, pequeñitas, y la gente no sabe que son abejas”, añade.
Lo que podemos hacer para procurar la verdadera conservación, dice, es tener áreas de suelo con plantas de la región. El suelo para que aniden las abejas, las flores para que se alimenten y no utilizar insecticidas en el exterior para no matarlas.
Este 5 de junio se conmemora el Día Mundial del Medio Ambiente que este año tiene como lema “Una sola Tierra” para destacar la necesidad de vivir de forma sostenible mejorando la relación que tienen las personas con la naturaleza, comprender su valor y ponerlo en el centro de la toma de decisiones.
La fecha también representa una oportunidad para valorar más a las abejas nativas y los servicios ambientales que prestan, por ejemplo, Liliana enfatiza la importancia de estos polinizadores porque gracias a ellos, se obtienen alimentos, plantas medicinales, materiales para la construcción, fibras y colorantes naturales.
De igual forma contribuyen a la aireación del suelo, un proceso que consiste en suministrar oxígeno a la capa superior del sedimento para que esté disponible para las raíces de los cultivos y los microorganismos de la tierra.
“La mayoría de las abejas anida en el suelo. Bien poquitas producen panales y colmenas. Son pocas las especies coloniales y la mayoría son solitarias y la gente lo desconoce. Al anidar en el suelo favorecen la aireación cuando hacen los túneles y esta es otra función importante que tienen”, agrega.
Además, continúa, dentro de la cadena trófica sirven de alimento a otros animales como aves, arañas, lagartijas, entre otros.
Las abejas son también un indicador de la calidad de un ecosistema.
“Si un ecosistema está suficientemente impactado, pues no vas a encontrar suficientes abejas. Ahora, nosotros podemos tener nuestros jardines con diversidad y van a florecer y van a seguir produciendo semillas nuestras flores que estén polinizadas y van a prevalecer las especies dentro de los ecosistemas. ¿Qué podríamos hacer desde la ciudad?, tener nuestros jardines adecuados y ser más amigables con el entorno. Si hubiera más jardines con flores naturales no nada más llegarían abejas, llegarían muchas más cosas, tendríamos más aves, más mariposas”, explica.
Pero el desconocimiento de la población sobre el valor de las abejas aunado al déficit de profesionales en estudios taxonómicos, evidencia una urgente necesidad de comunicar de manera más eficiente los servicios ambientales que prestan y el rol estratégico que juegan en la naturaleza.
“Se necesitan más personas involucradas en los estudios taxonómicos, ahora muchos se van con las cosas más novedosas como la biotecnología, esto está trabajado desde la ciencia básica y hoy muchas personas le hacen el feo diciendo eso es del pasado pero cómo va ser del pasado algo tan sencillo de saber ¿cuáles abejas tienes?, ¿dónde están?, ¿qué es lo que comen?, ¿de qué se alimentan?, es información que no hay por más avanzada que esté la ciencia y la tecnología, si no tienes esa información básica ¿cómo vas a hacer otras cosas? A veces a los que trabajamos con taxonomía como que se nos tacha de anticuados porque ahora también hacen secuenciación de DNA pero no puedes avanzar si no tienes las bases”, señala.
Liliana advierte que las abejas están perdiendo hábitat y la única manera de preservarlas es garantizando la conservación del suelo para que puedan seguir anidando.
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