La masiva muerte de abejas ocurrida este 2023 en la Península de Yucatán debe obligar a las autoridades a diseñar estrategias para proteger este polinizador cuyo servicio ambiental forma parte del patrimonio e identidad de las comunidades mayas.

Hopelchén, Campeche. Leydi Araceli Pech Martín instaló a sus abejas meliponas en el traspatio de su casa sabiendo que no es el sitio más adecuado, pero sí el más seguro que encontró para protegerlas de una intoxicación por plaguicidas.

Ella tomó la decisión de salvaguardarlas en el traspatio de su casa luego de que, a finales de marzo, atestiguara la muerte sistemática de abejas que este año provocó la peor crisis para los apicultores de la Península de Yucatán, particularmente en las localidades de Oxa y Suc-Tuc donde se calcula que murieron más de 4 mil colmenas que pertenecían a 86 apicultores.

El Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) concluyó que las abejas murieron por los efectos del insecticida fipronil que se propagó con el viento tras ser aplicado a cultivos de riego.

“Se murieron más de cuatro mil colmenas que afectan directamente a 86 apicultores, a 86 familias campesinas y el costo de la producción de las colmenas asciende a más de 12 millones de pesos, pero eso es un aproximado porque no hay ninguna institución de gobierno que esté trabajando en esto. Aquí hay muchas muertes constantes de abejas, pero no tenemos ninguna autoridad que se haya preocupado por ir registrando la muerte de abejas entonces sí carecemos de protocolos, de registros, y de políticas públicas para la protección de las abejas”, señala Leydi en entrevista con Evlyn.Online

Leydi Pech, guardiana de las abejas. Crédito: Especial
Leydi Pech, guardiana de las abejas. Crédito: Especial

 

 

Esta indígena maya es conocida como “la guardiana de las abejas” porque desde hace más de una década se dedica a procurar la protección del insecto considerado el más importante polinizador de diversos alimentos que se producen en el campo y en este camino, se ha enfrentado a empresas trasnacionales como Monsanto por las consecuencias ocasionadas por su modelo agroindustrial y por el uso de plaguicidas. Su lucha le valió un Premio Goldman en 2020, considerado el reconocimiento ambiental más importante a nivel mundial.

Pero a pesar de lucha durante más de una década, Leydi lamenta que en México todavía no existan esquemas que garanticen la protección de las abejas y que los apicultores de la Península de Yucatán no cuenten con instancias donde puedan denunciar la pérdida de su patrimonio a consecuencia de los plaguicidas que utilizan las empresas trasnacionales en sus cultivos.

““Las familias todos los días perdemos nuestro patrimonio porque las abejas son el patrimonio de las familias y todos los días lo perdemos. No hay algo que nos pudiera garantizar que podamos trabajar con las abejitas, nada que nos garantice que ellas van a estar bien, no tenemos esos aparatos de justicia, por ejemplo, los ministerios públicos no catalogan a la muerte de abeja como un delito porque en los ministerios públicos dicen: ha esto es muerte de abejas, no son personas. Pero sí son seres vivos, entonces, creo que tenemos vacíos que no se terminan de cambiar para que podamos mirar y entender que las comunidades indígenas vivimos de manera distinta, trabajamos de manera distinta y nos relacionamos de manera distinta con todo lo que tenemos”, explica.

En el Día Mundial de las Abejas, que se conmemora cada 20 de mayo, considera que lo más importante es exigir a las autoridades gubernamentales el diseño de políticas públicas que garanticen la protección de esos insectos que tiene especial importancia para la preservación de la apicultura en Yucatán, ya que forma parte de la identidad, herencia y tradición de las comunidades mayas.

“Es un llamado para exigir ¿qué van a hacer?, ¿cómo van a proteger a las abejas?, ¿cuáles van a ser esas iniciativas que nos garanticen la protección de nuestras abejas en nuestro territorio porque tenemos derecho a eso?, ese es el reclamo y no se puede sobreponer un sistema económico capitalista antes de mirar a las comunidades que están contribuyendo para conservar este planeta con sus conocimientos”, apunta.

Abejas muertas a consecuencia de plaguicidas. Crédito: Especial
Abejas muertas a consecuencia de plaguicidas. Crédito: Especial

 

El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) estimó que la muerte masiva de abejas equivale a una afectación de 335 millones de pesos debido a que el valor de la producción agrícola anual en Hopelchén es de 918.9 millones de pesos y el 17 por ciento depende los procesos de polinización. Además, al perder las colmenas, los apicultores perdieron el equivalente a más de 13 mil días de trabajo de las personas que trabajan en los apiarios.

“La muerte de abejas evidencia los daños ambientales que estamos enfrentando, una crisis ambiental pero también los problemas sociales en las comunidades porque la apicultura es una actividad de familias campesinas que dependen de la producción de miel y este año, uno de los factores que nos termina de afectar es que este año el precio estuvo muy bajo y también que cada año se produce menos cantidad de miel. Antes con 20 colmenas se garantizaba la producción de 300 kilos y hoy, con 20 colmenas es muy difícil cosechar 100 o 120 kilos de miel”, agrega.

Además, Leydi recalca que en Hopelchén el agua está contaminada con plaguicidas como el glifosato y el fipronil, lo cual está ocasionando no solo una gran pérdida de abejas sino también de plantas que dependen de la polinización.

“El agua en el caso de la Península de Yucatán, en Hopelchén sí está contaminada, tiene residuos de glifosato y otro tipo de plaguicidas. También tenemos esa parte de la salud porque el uso de plaguicidas está afectando a las comunidades porque se ve el incremento de enfermedades como cáncer, problemas renales relacionados con los plaguicidas”, comparte.

A medida que se comprometen recursos naturales como el agua o servicios ambientales como la polinización en la Península de Yucatán, también se compromete la producción mielera del país.

El 37 por ciento de la producción nacional de miel, se produce en la Península de Yucatán, y es Yucatán, el Estado que se ha posicionado como uno de los principales productores y exportadores de miel de abeja en México, con un aproximado de 348 mil colmenas, que en el 2021 generaron un volumen de 5 mil 529 toneladas, que lo ubican en el segundo lugar de producción, por debajo de Jalisco con 6 mil 059 toneladas. En el tercer sitio de producción se encuentra Chiapas, seguido de Campeche, Veracruz y Oaxaca.

El 90 por ciento de la miel yucateca se exporta principalmente a la Unión Europea y a Arabia Saudita.

Muerte de abejas en Hopelchén. Crédito: Especial
Muerte de abejas en Hopelchén. Crédito: Especial

 

SEMBRANDO VIDA NO PROTEGE A LAS ABEJAS

En opinión de Leydi, el programa gubernamental “Sembrando Vida” no contribuye a la protección de las abejas porque no considera los conocimientos locales para garantizar la preservación de los ecosistemas.

“Sembrando Vida se planteó y se dijo que resolvería este problema de crisis ambiental, de volver a recuperar, a sembrar, y eso no ha sucedido. El programa no considera los conocimientos locales y eso es algo que no ayuda y, al contrario, miramos cómo muchos apicultores que están en este programa no les está ayudando a preservar las abejas. Creo que el programa no consideró cuáles son esas especies para la recuperación de estos territorios devastados. No solamente es sembrar árboles, es mantener todo lo que está adentro, toda la biodiversidad que vive en estos territorios y eso no se está considerado”, advierte.

La protección de las abejas, dice, se podrá garantizar cuando existan programas federales y políticas públicas que prohíban el uso de plaguicidas en la agroindustria y al mismo tiempo, promuevan la gestión integral del territorio y la biodiversidad.

“Es importante que se diseñen mecanismos, políticas públicas más integrales, que no se planteen solamente programas sino cómo manejar el territorio en su integralidad y que tomen en cuenta los conocimientos locales por eso también es muy importante. Ellos tratan de resolver los problemas sin entender que hay conocimientos locales en los territorios”, concluye Leydi.

Los ciudadanos pueden contribuir en su protección permitiendo que existan los jardines silvestres, evitando el uso de pesticidas, no matarlas cuando representan una amenaza, sino investigar maneras inofensivas de ahuyentarlas y colocando depósitos adecuados de agua para que en sus desplazamientos beban.

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